la espera (2002)
desalojo
fue una buena vida se dijo el viejo
ordenando los recuerdos
sobre el mantel lleno de migas
como quien revisa los recibos del alquiler
pagados en los últimos años
buscando un error
para luego sin dudas ni rencores
dedicarse a esperar
después de todo
con esta jubilación
no hay vida que alcance
y la muerte nunca falla
a la hora de hacer valer
la orden de desalojo
desencuentro
ella esperaba una respuesta de labios húmedos
regresaba buscando el abrazo desnudo
al calor o su recuerdo
pues era lo único que le quedaba
en estos días fríos
reclamaba el amor prometido
para toda la vida
por quien siempre cumplía sus promesas
él quiso hablarle de los porrazos de los sueños
de cenizas en una cajita de música rota
de las horas melancólicas con olor a cementerio
de caminatas sonámbulas
de la soledad acogedora del abismo
pero sólo pudo decir la verdad
al fin y al cabo había tenido que vivir
incontables muertes
antes de volver a nacer
en otro nombre
el caminante
“zópyros vio bien. Sólo yo sé
cuánto he tenido que hacer para
dominar mis pasiones”
alberto lagunas
sólo después de muchos moldes rotos
de abrir heridas derramar fuegos
y apagar dolores
de empuñar ternuras
y desgarrarse la boca
sobre altares de vidrios rotos
sólo después de gemir
sobre el borde del abismo
como si encendiese una bengala
ahí mismo donde todo oscurece
de evitar
el destino de torcer destinos
y rendirse al futuro negándolo
zópyros el caminante
supo cómo se hace
para atrapar las llamas con el pecho
en la arrastrada violencia del atardecer
poema de amor
el olor de las gomas quemadas
por los huelguistas
de la bala perdida que atraviesa
la calle el miedo la sangre
y se incrusta por la mañana
en la primera plana de los diarios
de la basura que mitiga
el hambre mendigo
de las ollas populares
y los populares desocupados
es suficiente perfume para inspirar
este poema de amor
en donde los amantes
apagan los televisores
y salen
de sus cuevas
a patear realidades
a escupirle en la cara
el último emperador
el morocho dibujó con sus pies
signos indescifrables
firuletes
de bailarines de tango
sobre el campo sagrado
del templo azteca
dioses y hombres se conmovieron
ante semejante ofrenda
el hielo de Liberia tembló y se quebró
por esa figura de fuego
los dragones de oriente se dejaron ver
surcando cielos milenarios enloquecidos
el sur encendió las fiestas
que las ciento cinco tribus del áfrica
danzaron en un ritual inacabable
los hijos y nietos de la reina sólo pudieron
exclamar oh my god
mientras las gaitas escocesas coronaban agradecidas
a este nuevo rey
un último emperador
surgido del barro
quien no había nacido para comerse las naranjas
sino para mecerlas en el aire
hipnotizadas por sus pies
como si fueran extraños objetos de adoración
buey
y a pesar de que todos
lo pongan como ejemplo
el buey solo
tiene la melancólica certeza
de que esto de lamerse
sería mejor de otra manera
sabría mejor de otra manera
argentino en roma /el exiliado/
juan gelman en vez de pan
trae un adoquín bajo el brazo
un adoquín lleno de sangre
lo baña con su sudor
y de esa manera cumple
con los deberes del exilio
vale decir
no olvidar al verdugo parado
sobre el umbral o el océano
un océano de gente
gente que no es esta
que lo ve pasar
por la vía del corso
con un adoquín
bajo el brazo
allá por 1980